viernes, 4 de mayo de 2007

Los diferentes tipos de lágrimas.

Hoy por ser viernes he venido en coche a currar. Según lo digo parece un lujazo, pero no es oro todo lo que reluce.
Mi viaje a comenzado en Fuente Carrantona, todo parecía ir a las mil maravillas, pero al llegar al semáforo de la glorieta de los alrededores de la casa de Silvia, no se podía pasar ni aún estando el semáforo en verde porque un policía municipal, con una pinta de tío aplicado, que tiraba para atrás, estaba regulando el tráfico con un sólo dedo, porque utilizar todo el brazo parecía demasiado esfuerzo par el. Podéis imaginaros como funcionaba aquello, unos quince minutos para 300 metros. Y lo peor no era el estar parado sin motivo justificado, sino la visión constante de ese policía municipal con barriga de coco, gafas de esas que se oscurecen con el sol y que tienen montura de los años 70, gorra que le quedaba pequeña. Y por último, y lo más importante, un brazo a medio levantar, con el dedo índice e medio doblar, con el cual regulaba el tráfico, con una destreza digna del mejor vendedor de cupones de la ONCE.
Una vez superado el paso franqueado por este esbirro de los guionistas, todo parecía de color de rosa, y no es que llevase unas gafas de sol de dicho color, es que yo circulaba feliz por Garcia Noblejas (felicidad relativa, pues iba a trabajar), cuando ya estaba cerca de mi destino, llego el calvario. Cuando me disponía a estacionar mi vehículo, empecé a mirar por las calles aledañas a Garcia Noblejas, y efectivamente no hacia otra cosa que mirar, pues lo de aparcar parecía una utopía. Lo peor de todo es que cuando mis ojos, bañados en lágrimas de esas que se te inundan las cuencas pero nunca caen, cual dibujo japonés, vislumbraban un sito (mejor dicho sitiazo), este se convertía en un aparcamiento para minusválidos (¿os habéis fijado en la cantidad de sitios para minusválidos que hay en Madrid?), y las lágrimas de dibujo japonés pasaban a lágrimas de dolor por la perdida de algo muy querido (algo así como cuando la novia de Di Caprio pierde a su amado en Titanic), y todo esto pasaba cada vez que veía un sitio para minusválidos, un cubo de basura, un coche pequeño, o un garaje. Después de dar más vueltas que Paquirrín en la puerta de un puti, aparqué!!, pero tal lejos que casi tengo medio camino hecho cuando coja el coche para ir a casa. Y mientras andaba unos 20 minutos hasta llegar a la puerta del curro, veía un sin fin de sitios más cercanos, por lo que mis lágrimas se tornaron a grandes lagrimones de rabia e impotencia, por tener que soportar unos guionistas con tan mala leche, que se rien de uno constantemente.

Andreu.

1 comentario:

Nosotros dijo...

Esta entrada se erece un comentario. ¡Oh, mundo cruel! ¿por qué te jactas así de tus humildes y simpáticos habitantes? Parece que los guionistas querían echarse unas risas esa mañana. No desesperes, Gallardón y la Aguirre te abren las nuevas líneas de suburbano y si tú se lo pides te ponen parquímetros por allí para que encuentres sitio seguro, ahora nadie habla del precio.
RR (al menos no eres tú mismo el comentador)